¡Bien! Comienzo la sección de «Visitas» con una que hice hace unos días con mi chico (el chef ). Fue el martes pasado aquí en Madrid, uno de los días de la Fiesta del Cine en la que quisimos participar esa tarde, pero la cola en el cine Méndez Álvaro era tan larga que descartamos el plan. Así que buscamos uno alternativo. Nos pusimos a pensar opciones y él quiso que fuéramos a un lugar al que quería llevarme desde hace tiempo (qué lindo!) de cocina italiana: Don Giovanni.
Situado junto a la plaza Mariano de Cavia (la rotonda de las gaviotas), y muy cerca del Retiro, el sitio visto desde fuera no resulta muy atractivo la verdad, pero cuando entramos descubrimos un restaurante bastante acogedor, de esos que invitan a pasar un rato, y al parecer con unos cuantos reconocimientos gastronómicos. Nos llamó la atención que para ser un día martes tenía varias mesas ocupadas, y asuntos de ego aparte, también nos fijamos en que hay muchísimas fotos colgadas de Andrea Tumbarello, el dueño y chef, con famosos de diferentes procedencias, además de dos pantallas colgando del techo en las que durante toda la velada se iban mostrando más fotos del señor con personajes reconocidos…
En fin, que una vez sentados, en la carta había unos cuantos platos apetecibles y no sabía por cuál decidirme. También ofrecían una lista adicional con recetas hechas con la trufa como ingrediente principal puesto que el chef es especialista en cocinar este delicado hongo, pero se nos salía de presupuesto esa parte, así que nos quedamos con la carta normal.
Después de leer y releer nos decidimos por una mozzarella ahumada con tomate seco una mitad y salsa pesto la otra mitad como entrante, junto a una botella de vino siciliano, Branciforti, que estaba muy rico. Mientras pedíamos -la camarera era un encanto- comenzó a llegar más gente, cosa que nos alegró por ellos (nos contenta cuando vemos que a otros locales les va bien porque nos sentimos un poco identificados). La chica nos recomendó y nos ayudó a decidirnos. Cuando se fue nos quedamos unos segundos callados mirando alrededor, en las cartas y la vajilla estaba el logotipo de Tumbarello que me gustó mucho por su simpleza. De repente mi chico me dice:
– 8,
– 8 qué? le digo,
– 8 camareros que hay trabajando, qué cantidad de gente para un martes! Y los cuatro señores que están en la mesa detrás de ti, se pidieron solo un plato cada uno de pasta y ya se han tomado 3 botellas de vino.
– ……………….
(Es lo que tiene salir con un hostelero, en medio del romance se intercalan este tipo de comentarios)
Nos llegó la mozzarella y estaba buenísima, pero no le tomé fotos porque el plato tampoco me pareció muy fotografiable.
Luego vinieron los segundos, dos superplatos de pasta que no sé decir cuál estaba mejor. Yo me pedí una pasta rellena (siempre me pido pastas rellenas en los restaurantes italianos) raviolacci de queso y nueces con salsa de tomate natural, albahaca y parmesano… se me hace agua la boca al recordarlos; y mi chico se pidió unos lingüines (siempre se pide pasta larga en los italianos) con crema de boletus y trufa. A él le encantaron, yo los probé y estaban espectaculares, tenían un sabor mucho más sutil que los míos; eran dos platos distintos pero igual de sabrosos. Aquí van las fotos…
Y entre fotos y bocados tomábamos vino, conversábamos y nos lo pasábamos bien. Es lo que tiene la buena mesa, te da momentos felices. En un momento dado estábamos conversando sobre no sé qué cosa y mi chico de repente me suelta:
– 10
– 10, qué?
– 10 camareros, me equivoqué, no eran 8… Y no logro entender si tienen rangos ni cómo trabajan!
Sin comentarios. Acabados los platos llegó mi momento favorito, el momento postre. Me pedí como la mayoría de las veces que voy a un italiano un panna cotta, que desde que los descubrí hace como 9-10 años me encantan. Y este no defraudó en sabor, aunque pagar 6,40 por algo que no deja de ser un flan y que es muy sencillo de preparar y no muy grande de tamaño, no me gustó tanto. Cifras aparte, estaba delicioso y lo disfrutamos, sobre todo yo. (¿A que es bonita la vajilla con el logo?)
Al finalizar el dulce pedimos la cuenta porque queríamos tomarnos algo en otro sitio ya que aún era temprano. Cuando llegó nos sorprendimos un poco porque realmente no esperábamos gastarnos tanto, aunque habíamos visto los precios de los platos fuera. Don Giovanni resultó ser un restaurante de muy buena calidad para una ocasión especial puesto que pagar 40 euros por persona en una cena no es algo que nosotros podamos hacer todas las semanas… pero bueno, como realmente lo disfrutamos mucho y nos gustó lo que comimos y bebimos, decidimos tomarlo con filosofía y abstenernos de otros caprichos en los siguientes días.
Lo malo sí fue que más tarde estaba tan llena que no me podía dormir. Pero es lo que nos pasa a algunos a los 30 y pico….
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Lo probaremos… me gusta mucho la cocina italiana. Está claro que para tener buen servicio y atención hay que tener personal cualificado y suficiente. Eso repercute en la nota final sin duda. Ya tengo dos citas, vuestro restaurante y don giovanni. Mil gracias!
Gracias a ti por visitarme Iván, saludos!